Mi Recurso Adventista

«Yo daré el pago»

24 de octubre | Devoción Matutina: Yo estoy contigo promesas bíblicas para vivir confiados

«Pues conocemos al que dijo: “Mía es la venganza, yo daré el pago’’ dice el Señor» (Hebreos 10: 30).

Siempre había escuchado que uno no debe pelear con el cocinero ni con el barbero, pero ahora tendré que añadir también al albañil. Una familia de Leicester, Inglaterra, por fin había comprado la casa de sus sueños en el exclusivo barrio Stoneygate. Tras haber pagado 475,000 libras esterlinas por la casa, el dueño contrató a un albañil porque quería «una ampliación de dos plantas, un techo nuevo, cableado nuevo y, además, que fuera más ecológica». Todo parecía ir sobre ruedas hasta que el propietario tuvo una diferencia con el albañil, debido a que este último demandaba un pago adicional de 3,500 libras esterlinas, y el dueño se negaba rotundamente a pagarlo.

Creyendo que la situación no pasaría a mayores, el dueño de la casa se fue con su familia a disfrutar de unas merecidas vacaciones. Y fue entonces cuando llegó la venganza del albañil. Se apareció en la casa con sus obreros y sus máquinas, y dejó la propiedad como si hubiera sido bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Definitivamente realizó una devastadora venganza.

El deseo de venganza es natural en nosotros, y no produce nada bueno dejarse dominar por ello. El Sabio nos exhorta a nunca hablar «de tomar venganza» (Proverbios 20:22, DHH). Y Pablo agrega: «No tomen venganza, hermanos míos» (Romanos 12:19, NVI). ¿Y qué haremos con esa persona que nos ha dañado? La Biblia lo deja muy claro: si tiene «hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza» (Romanos 12: 20, RV60). Dice John A. Witmer que las «ascuas de fuego» sobre la cabeza «pueden referirse a un ritual en Egipto en el que una persona mostraba su arrepentimiento llevando una cacerola de carbón ardiendo sobre su cabeza». Cuando decidimos no vengarnos y tratar con bondad al que nos hirió, estamos contribuyendo para que esa persona se arrepienta, y así estamos venciendo «con el bien al mal» (Romanos 12: 21).

En Las armas de la hermosura, Calderón de la Barca dijo: «El desagravio del noble más escrupuloso y grave, no estriba en que se vengó, sino en que pudo vengarse». Hermosa distinción: pudo vengarse, pero decidió no hacerlo. Por eso, si hoy nos surge el deseo de vengarnos, echémoslo a un lado y confiemos en la promesa divina: «“Mía es la venganza, yo daré el pago”, dice el Señor» (Hebreos 10: 30).


Devoción Matutina: Yo estoy contigo promesas bíblicas para vivir confiados
J. Vladimir Polanco