Mi Recurso Adventista

Penina

13 de febrero | Devoción matutina: Sin miedos ni cadenas

«El enojo es cruel, y la ira es como una inundación, pero los celos son aún más peligrosos» (Prov. 27:4, NTV).

Lo difícil no es que Dios no nos otorgue aquello por lo que oramos desde hace años: un compañero de vida, un buen trabajo, salud, hijos… Lo difícil es ver a Penina obtenerlo todo (ver 1 Sam. 1: 2). Lo difícil es sentir que Dios responde las oraciones de otras mujeres, mientras ignora las nuestras. Lo doloroso es pensar que somos menos importantes si no logramos ganarle a esa rival, a esa Penina de nuestra vida.

La competencia y la comparación con otras mujeres surgen cuando basamos nuestra identidad en cualquier cosa que no sea la Piedra angular. Como explica Susan Barash en Tripping the Prom Queen [La zancadilla a la reina del baile de graduación], el problema radica en que «nuestra definición de nosotras mismas está ligada a nuestra percepción de otras mujeres. Nos miramos a través de comparaciones. […] Nos cuesta vernos como individuos separados, con destinos propios. […] Pensamos que ganamos cuando otras mujeres pierden. No podemos imaginarnos teniendo éxito o fracaso por nuestra propia cuenta; solo en comparación con otras mujeres».

La Biblia tiene muchos ejemplos de mujeres que compitieron entre sí, mujeres rivales: Sara y Agar, Raquel y Lea, Evodia y Síntique… Sus historias reflejan la marea tóxica que la comparación y la competencia traen a nuestra vida. Pero la Biblia ofrece un mejor camino, el que recorrieron Rut y Noemí, María y Elisabet… Como explica Bethany Jenkins en Women, We’re Co-Workers, Not Competitors [Mujeres, somos compañeras, no competidoras], «cuanto más aceptemos nuestra identidad fundamental como cristianas, más capaces seremos de ver a otras mujeres como colegas y no como competencia».

La próxima vez que te encuentres con la Penina de tu vida, te invito a recordar que tu valor e identidad están grabados para siempre en las manos de Jesús (Zac: 13: 6); a orar para que Dios bendiga a esa mujer y ensanche su territorio (1 Crón. 4: 10). La envidia y la generosidad no pueden convivir en tu corazón. Cuando eliges bendecir a Penina, la envidia se esfuma. Te invito a que recuerdes que Dios está escribiendo una historia única y original en tu vida. A Dios no se le acaban los planes ni las buenas ideas. No te compares. Tú eres una obra maestra en las manos del mejor Artista.

Señor, te agradezco porque el éxito de los demás no es mi fracaso. Cuando me sienta tentada a compararme y competir con otras mujeres, recuérdame quién soy: tu hija amada.

Devoción Matutina: Sin miedos ni cadenas
Vanessa Pizzuta