Mi Recurso Adventista

La única manera de lograr un cambio

03 de enero | Devoción matutina: Virtuosa

«Lo que logramos internamente cambiará nuestra realidad exterior». Plutarco

Lee de nuevo el pensamiento de Plutarco que he seleccionado para hoy. Es increíble que una frase escrita hace dos mil años siga encerrando tanta verdad. Obviamente, el ser humano sigue siendo igual; y, obviamente también, muy poquitas personas a lo largo de la historia han logrado dominar el arte de cambiarse a sí mismos, porque nuestra realidad exterior sigue siendo la que ha sido siempre: guerras, corrupción, codicia, amoral dinero, odios, envidias… Pocas excepciones —como Gandhi, Martin Luther Ring o, por supuesto, Jesús— lograron cambios en su entorno, y lo hicieron no imponiendo un cambio a los demás, sino siendo ellos el cambio. Desde el respeto, la responsabilidad individual, el dominio propio y la no violencia, mostraron un camino mejor que fue una luz en el mundo, y que nos invita dulcemente a cambiar. Y el cambio llega (aunque no para todos, porque cada uno decide si quiere o no cambiar).

Simplemente por el hecho de existir, nosotras también ejercemos una influencia sobre los demás. ¿Qué haremos con esa influencia? Esta es una pregunta que todas debemos hacernos, para ser intencionales con nuestro vivir. Si queremos que nuestro paso por este mundo deje huella —en el sentido de lograr cambios hacia mejor—, hemos de entender que nada cambia exteriormente si no se produce antes un cambio interior.

Querer confrontar la violencia con violencia solo genera más violencia; gritar solo provoca más gritos; ser competitiva lleva a más competitividad. Como dijo Einstein: «No podemos resolver un problema con la misma mentalidad que lo ha generado». Una de las decisiones más importantes que podemos tomar es cambiar nuestra mentalidad; comenzar a vivir como queremos que sea la vida. Si queremos un ambiente de paz, hemos de «ser la paz» aunque nos rodee el conflicto. Si queremos un entorno de amor, tenemos que «ser amor», respondiendo al odio con serenidad, respeto e incluso cariño, derrotando así el odio. Si queremos superar una cultura de chisme y crítica, tenemos que ser cuidadosas con nuestras palabras. Solo transformando nuestro entendimiento para que este, a su vez, transforme nuestra manera de vivir, podremos llevar una vida que sea luz. Esa luz será la que anime a otros a cambiar.

Esta es la paradoja: ¿Quiero cambiar lo que me rodea? Debo comenzar por cambiar yo. No existe otra manera.

«No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocerla voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto» (Rom. 12:2)


Devoción Matutina: Virtuosa
Mónica Díaz