Mi Recurso Adventista

La promesa

Una nube de pesar ocultaba el sol de la alegría y castigaba el corazón de los discípulos. Ellos habían disfrutado de su compañía por más de tres años, y habían vivido las experiencias más emocionantes al lado de Jesús. Pero ahora ya no estarían juntos. Sin mucho preámbulo, Jesús les dijo que se iría y a no estaría más con ellos corporalmente. Había tristeza en el rostro de ellos. La sombra del adiós flotaba en el aire, y a fin de animarlos Jesús les dijo algo que los cristianos han repetido a lo largo de la historia: “No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén” (Juan 14:1-3).

TENEMOS RAZONES PARA CREERLE A JESÚS

Consideremos en primer lugar la solidez de la promesa. Jesús dijo: “Vendré otra vez”. ¿Qué significa esta promesa? ¿Podemos creer en ella? Lo que determina el valor de una promesa no es la promesa en sí misma, sino la autoridad de quien promete. Por ejemplo, si yo te prometo donar un millón de dólares, mi promesa no tiene mucho valor porque yo nunca tuve esa cantidad de dinero en el banco. Pero si la misma promesa viene de Bill Gates, alégrate porque esa promesa sí es confiable (por lo menos él sí tiene el dinero para cumplirla). 

El valor de una promesa depende de la autoridad del que promete. Esta es la razón por la que antes de prometer que volvería para llevarnos con Él, Jesús se identificó como Dios. Él sabía que el valor de una promesa depende de la autoridad del que promete. “Ustedes creen en Dios”, dice, entonces “crean también en mí”.

La promesa de la segunda venida también recibe la autoridad de su justicia. ¿ Qué significa esto? El mundo se había separado de Dios y estaba condenado a muerte. No había salida a no ser que se pagara el rescate. Y Jesús se hizo hombre y vino a morir la muerte que el ser humano merecía. “Siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8).

La certidumbre de la promesa de su regreso no se basa en las conjeturas humanas sino en la perfecta justicia de Cristo. No depende de lo tú crees o no crees, sino de la autoridad del que promete. No son tus sentimientos los que determinarán el regreso de Cristo, sino la autoridad de su Palabra y de su justicia. La autoridad que garantiza la promesa de su regreso es también su amor. Su infinito amor que se derramó a raudales en la Cruz. En el Calvario no murió un loco suicida que buscaba la muerte por causa de algún desvarío mental. No fue un justiciero social, ni el fundador de una religión. Ni siquiera fue la víctima de sus ideas modernistas. Era Dios hecho hombre para alcanzar al ser humano que se había perdido.

EL CAMINO

La afirmación de Tomás es el clamor de la raza humana. “No sabemos cuál es el camino.” Sartre dijo que la existencia precede a la esencia, y se perdió en el vacío existencial de su propia filosofía. 

Feuerbach dijo que lo que piensa el hombre acerca del infinito es en realidad lo que tiene dentro de sí; que el hombre es infinito y que Dios no es otra cosa sino la proyección del individuo o la creación del ser humano. Y lloró sus noches vacías buscando inútilmente la solución en la inmensidad de sus temores interiores. 

Freud aseguró que la idea de una Providencia que gobierna el mundo responde a la necesidad de mitigar la inseguridad y los riesgos que entraña la vida. Y murió gritando de dolor y pidiéndole a su médico que no lo dejase sufrir. 

Nietzsche enseñó que los filósofos son “idólatras de los conceptos” y nos engañan acerca del mundo verdadero” porque el mundo verdadero no existe. Y fue a la tumba desequilibrado mentalmente.

A veces el hombre tiene que llegar al punto donde literalmente no sabe qué hacer ni para dónde ir. Sólo entonces entiende Su insignificancia, su inoperancia y su insensatez. Pero el Señor Jesús está siempre esperando con los brazos abiertos y diciendo: “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar (Mateo 11:28).

“Vendré otra vez”. ¡Qué preciosa promesa! Estas palabras de Jesús se han transformado en el ancla de la esperanza humana. Ellas nos hablan de un mundo mejor, de una tierra nueva. Nos dicen que aunque a veces da la impresión de que estamos solos; Jesús no se ha olvidado de nosotros, sino que está preparando un lugar y volverá a llevarnos para vivir con El en un mundo donde no existirá más separación .

¡Hoy es el día de buena nueva! Hoy es el día de salvación!


Todo ojo le vera… ¡El día está llegando!
Pr. Alejandro Bullon