Mi Recurso Adventista

La ofrenda por el pecado

16 de abril | Devoción matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia

«La carne del animal ofrecido en acción de gracias y reconciliación debe comerse el mismo día en que se ofrece; no se debe guardar un solo pedazo para el día siguiente» (Levítico 7:15)

La «ofrenda de paz» también era conocida como «ofrenda de comunión». Esta ofrenda tenía ciertas características únicas en comparación con las demás. Por ejemplo, era la única ocasión que de entre los animales se ofrecía una hembra, además del macho (lee Levítico 3:1); también era la única ofrenda de la cual podía comer la persona que la llevaba. En esencia, esta ofrenda representaba la alegría de vivir en paz con Dios y en armonía con el prójimo. Por lo tanto, el adorador y las personas con quien vivía en armonía podían comer juntos esta ofrenda.

En la cultura oriental, participar de los alimentos en la misma mesa significaba amistad; también, comer juntos era el momento oportuno para formalizar alianzas. Cuando el rey Salomón dedicó el templo, organizó un gran evento y una de las ofrendas principales fueron las de paz (lee 1 Reyes 8: 62-64).

En la actualidad, esta ofrenda nos recuerda que la consecuencia del perdón que Dios nos da es la paz y el resultado de la paz es el gozo. Cuando creemos en Jesús y decidimos aceptarlo, él nos da paz. Esto es digno de destacar, pues el apóstol Pablo menciona que antes de tomar esa decisión éramos enemigos de Dios (lee Romanos 5:10).

Jesús desea entrar en nuestras vidas para cenar con nosotros: «Yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Apocalipsis 3:20). Que Jesús quiera cenar con nosotros es un privilegio, significa comprometernos con él, vivir en paz con nuestro Rey y disfrutar cada instante de nuestra vida. Podemos estar seguros de que Jesús nos acompañará hasta que vuelva por nosotros y comamos juntos, cara a cara, en una misma mesa en el cielo.


Devoción Matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia
César Sánchez Murillo