Mi Recurso Adventista

La mejor inversión

16 de octubre | Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad

«De gracia recibisteis, dad de gracia.» Mat 10:8

Benjamín Franklin ha pasado a la historia como un hombre notable. No solo fue un gran inventor o un reconocido político sino un excelente consejero, un hombre sabio. En cierta ocasión, una persona le pidió dinero; transcribo la carta que le escribió: «He recibido su carta del 15 del corriente y el estado de cuenta que la acompaña. La descripción que hace de su situación entristece bastante. Le adjunto un billete de diez luises. No es mi intención regalarle esa cantidad; solamente se la presto. Cuando vuelva con buena reputación a su patria, seguramente se interesará en algún negocio que le colocará en la posición que le permita pagar todas sus deudas; en tal caso, si encuentra un hombre de bien que se halle en una posición semejante a la que usted padece ahora, me pagará prestándole la misma cantidad, y le ordenará que satisfaga su deuda con una operación similar. Cuando se encuentre en la condición de poder hacerlo, debiera continuar la mecánica. Espero que, de esta forma, los diez luises pasarán por muchas manos antes de caer en las de un pícaro que frene esta mecánica. Este es un artificio del que me valgo para hacer mucho bien con poco dinero porque no soy lo bastante rico como para destinar mucho a buenas obras. Por ello, me veo obligado a usar de ardides para hacer lo máximo con poco. Deseando que no olvide mi encargo, que su futura prosperidad sea inalterable, queda de usted muy seguro servidor, Benjamín Franklin.»

Dar para que otros den. ¡Qué idea tan extraordinaria! Primero, porque muchos se benefician económicamente y eso cubre las necesidades inmediatas. Segundo, porque invertimos en las personas y eso es lo mejor. Y tercero, porque se hace con una inversión relativamente menor [en ese caso, 10 luises], pero la generosidad la multiplica indefinidamente. Pasar de pedir a dar es un salto exponencial en cualquier situación humana. Es colocar a la persona en la posición que le otorga autoestima y empatía.

Cristo invirtió en nosotros, nos regaló su Gracia para que la compartamos con muchos otros. Su Gracia no se gasta, y modifica todas las cosas, cambia a las personas. Nos coloca en la posición de hijos de Dios, de gente dedicada al bien. Como dice Mateo 10: 8: «De gracia recibisteis, dad de gracia.» Me atrevo a sugerirte una tarea para hoy. Piensa en alguien que necesite a Cristo en su vida. Primero, ora por él. Después, contacta y comparte. Invierte en una persona y causarás muchos beneficios.


Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad
Víctor M. Armenteros