Mi Recurso Adventista

La inmutable y eterna ley de Dios

10 de octubre | Devoción Matutina: A Fin de Conocerle

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:17, 18.

Si la obra de Satanás hubiera tenido éxito en el cielo, la ley de Dios habría sido cambiada, pero eso no podía ocurrir, porque su ley era una copia de su carácter. Si hubiera sido posible realizar algún cambio en la ley de Dios, habría sido hecho allá y en esa ocasión, y así se habría evitado la rebelión en el cielo. Pero como no fue cambiada para satisfacer el pedido de Satanás, él… perdió su encumbrada y santa posición en las cortes celestiales. {AFC 287.4}

Después de su caída, obró en las mentes de Adán y Eva y los indujo a ser desleales… Ahora bien, si la ley de Dios hubiera podido ser cambiada y alterada para servir al hombre en su condición caída, entonces Adán habría sido perdonado y mantenido en su hogar edénico; pero el castigo de la transgresión era la muerte, y así Cristo se convirtió en el sustituto y la garantía del hombre. Si la ley de Dios se hubiera podido cambiar, lo habría sido para retener a Cristo en el cielo y evitar el inmenso sacrificio realizado para salvar a la humanidad perdida. Pero no, la ley de Dios es inmutable en su carácter y, por lo tanto, Cristo se entregó como sacrificio en favor de la humanidad caída, y Adán perdió el Edén y fue puesto a prueba con toda su posteridad. {AFC 287.5}

Si la ley de Dios hubiera sido cambiada en uno solo de sus preceptos después de la expulsión de Satanás, él hubiera conseguido en la tierra después de su caída aquello que no pudo obtener en el cielo antes de ella. Habría recibido todo lo que había pedido. Sabemos que no ocurrió… La ley… permanece inmutable como el trono de Dios, y la salvación de cada alma queda decidida por la obediencia o la desobediencia… Jesús llevó la cruz de la abnegación y el sacrificio por amor a nosotros, para que tengamos vida.—Carta 110, 1896. {AFC 288.1}


Devoción Matutina: A Fin de Conocerle 
Ellen G. White