Mi Recurso Adventista

En el portal del edificio

08 de septiembre | Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad

«Allí me reuniré con los hijos de Israel, y el lugar será santificado con mi gloria.» Éxo. 29:43-45

Esta comparación será fácil de comprender por aquellos que viven en ciudades con grandes bloques de pisos y bastante vecindario. Estoy hablando de la reunión de vecinos, que suele celebrarse en el portal del edificio. Lo cierto es que el lugar es bien acertado porque un portal reúne varias condiciones sociales. Primero, es un lugar de paso y de encuentro. Nos vemos el tiempo suficiente con los vecinos como para saludarnos, cruzar unas palabras [casi siempre acerca del tiempo] y despedirnos amistosamente. Es un lugar en el que estamos casi en casa; es público pero, a su vez, ya empieza a ser privado. Es, por último, un lugar de convocatorias. El cartel de la comunidad suele anunciar las siguientes reuniones y las notificaciones relevantes.

Pues algo así era el Tabernáculo de la Reunión porque se constituía como un lugar de encuentro y, por su situación espacial, un lugar de paso. Al hallarse en el centro del asentamiento, al final terminabas topándotelo. Ni que decir que si hacía mucho calor te colocabas a la sombra de la columna de humo y disfrutabas del fresco de la presencia divina. O si era de noche, y hacía mucho frío, te quedabas un rato al calor de la columna de fuego. Me imagino a los jóvenes quedando para dar una vuelta a las puertas del Tabernáculo. Supongo que los negocios relevantes o los complicados se hacían en el mismo lugar, para tener la constancia de que el Señor era testigo de la transacción. Las tribus que peor se llevaban estaban situadas en lados opuestos del Tabernáculo. Así, si a alguien le entraba un arrebato de tribufobia tenía que cruzar por ese espacio de equilibrio y solemnidad. Me imagino que algunos, mirando el altar de los sacrificios, se desanimaban en su amago de violencia. El Tabernáculo estaba a medio camino entre lo profano y lo santo. Era el lugar donde uno llegaba con sus preocupaciones mundanas y salía con el consuelo divino. Esa interrelación tenía por objetivo hacer santo a todo el pueblo hebreo. El Tabernáculo no era un edificio estático sino que se movía con el pueblo, porque a Dios le gusta caminar con su gente. Allí, además, se reunían para las grandes noticias.

Tanto ayer, con el Tabernáculo, como hoy, con la iglesia, Dios busca un espacio común con nosotros. Un espacio donde encontrarnos, donde dialogar y donde comentar las noticias de cómo va este mundo. Un espacio junto a tu gente y junto a ti. No te hagas el remolón y acude a su encuentro.


Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad
Víctor M. Armenteros