Mi Recurso Adventista

El Salmo del buen Pastor

19 de junio | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Aunque pase por caminos oscuros y tenebrosos, no tendré miedo, porque tú estás a mi lado; tu vara y tu bastón me reconfortan». Salmo 23:4, PDT

El Salmo 23… quizá sea el mejor conocido y el más amado de todos los salmos. Es la delicia de la niñez y el consuelo de la vejez… Sin duda se han escrito más libros y artículos respecto a este salmo, y se han compuesto más poemas e himnos sobre este tema, que sobre cualquiera de los otros salmos. Contiene un mensaje para la gente de todas las épocas» (CBA, t. 3, p. 692). David recuerda su propia experiencia y describe a Dios como un pastor de ovejas. Las ovejas son completamente dependientes del cuidado, la guía, la provisión y la protección de su pastor.

«David, en medio de las vicisitudes de su complicada vida, mantenía comunión con el cielo por medio del canto. Cuán dulcemente se reflejan los episodios de su vida como joven pastor en las palabras: “Jehová es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. […] Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23: 1-4)» (La educación, cap. 17, p. 148).

Nevaba mientras manejaba desde Albany, Nueva York, a Boston, Massachusetts. Mis manos tensas sujetaban el volante, mientras oraba y repetía Salmo 23. Seguí la huella que dejaban los carros anteriores. Había muchos vehículos volteados a la orilla de la carretera. Salí de Nueva York y me adentré en Massachusetts. La carretera estaba más amplia, limpia de nieve, y me sentí segura. Disfrutaba el blanco paisaje, me atreví a tomar fotos y aumentar la velocidad. Había dejado de orar, cuando de repente mi parabrisas se empañó completamente, ¡no podía ver absolutamente nada! Grité desesperada: «¡Señor, sálvame!»; y Dios lo hizo. Cuán fácil es independizarnos de Dios cuando el camino ya no es una sombra de muerte.

El Salmo 23 era el favorito de la Señora White; acostumbraba repetirlo después de cada visión que recibía. Ella escribió: «Cuando yo fui derribada al suelo […] era claro que el poder admirable de Dios era lo que me había postrado. […] Continuamente me acordaba de este pasaje: “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23: 1). Mi corazón rebosaba de felicidad al repetir estas palabras» (Notas biográficas de Elena G. de White, cap. 4, p. 39).

l divino Pastor te guía y te protege hasta que llegues a su casa, sana y salva.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele