Mi Recurso Adventista

Dos ángeles y dos mujeres

25 de octubre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Llenas de miedo, se inclinaron ocultando su rostro; pero ellos les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”». Lucas 24: 5, RVC

Juana y Salomé no son mencionadas en ningún otro lugar de la Biblia. No eran reconocidas, pero trabajaban anónimamente, y el Cielo las premió como testigos del más grande acontecimiento de la historia: la resurrección de Jesús. Solo Lucas y Juan hacen referencia a dos ángeles que estaban en la tumba vacía, y solo Lucas y Marcos mencionan los nombres de estas dos mujeres.

Para que un testimonio fuera legalmente válido, debía ser sostenido por dos o tres testigos: «Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto» (2 Corintios 13: 1). «Para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra» (Mateo 18: 16). Era vital tener el registro de los nombres de quienes fueron testigos de la resurrección. Mateo registra dos: «María Magdalena y la otra María» (Mateo 28: 1). Marcos menciona tres, añadiendo a Salomé (Marcos 16: 1). Lucas registra tres mujeres y un hombre como testigos: María Magdalena, María la madre de Jacobo, Juana y Pedro (Lucas 24:10-12). Como no se consideraba confiable el testimonio de mujeres (Lucas 24: 11), Juan se añadió a sí mismo, a Pedro y a María Magdalena (Juan 20: 1-6). En resumen, cuatro mujeres y dos hombres fueron los primeros testigos del maravilloso hecho de que Jesús había resucitado.

Lucas y Juan son los únicos que mencionan la visita de dos ángeles a la tumba vacía, uno estaba sentado a los pies y el otro a la cabecera de donde el cuerpo de Jesús había descansado (Lucas 24: 4; Juan 20: 12). ¿Por qué era importante el dato de dos ángeles? El Tabernáculo del Antiguo Testamento tenía el Arca del pacto en el Lugar Santísimo, y sobre el Arca había dos ángeles que representaban la gloria de Dios (Éxodo 37: 7-9). La presencia de dos querubines confirmaba que en la tumba había estado Dios, y ellos habían ido allí a custodiar su gloria. Las mujeres lo entendieron, y por eso ocultaron reverentemente sus rostros.

Los ángeles no han cesado su labor. «La familia humana es el objeto de particular protección por parte de los ángeles celestiales. No se nos ha abandonado para que seamos el juguete de las tentaciones de Satanás. […] El ojo que nunca se cierra ni duerme está guardando el campamento de Israel.

«Diez mil veces diez mil, y millares de millares de ángeles están ministrando las necesidades de los hijos de los hombres. Voces inspiradas por Dios están clamando: “Este es el camino, andad en él” (Isaías 30: 21)» (En los lugares celestiales, p. 104).


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele