Mi Recurso Adventista

Dios cambia el lamento en gozo

10 de febrero | Devoción Matutina: Así es Dios: Retratos de la gracia y el amor divinos

«Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: ‘No llores’» (Lucas 7:13)

El suceso relatado en el pasaje de hoy se produjo un día en que Jesús visitó una aldea llamada Naín. Al llegar, se encontró con una procesión fúnebre en la que una pobre viuda llevaba a enterrar a su único hijo.

El cuadro no podía ser más triste. Todos los vecinos de la mujer habían salido a acompañarla en su peor momento y a ayudar con el féretro. Sin embargo, nadie podía quitarle el dolor punzante, la tristeza profunda y la soledad total.
Entonces, Jesús la vio y se compadeció de ella.

Esta declaración nos dice que Dios se fija en nosotros, ve lo que nos sucede, y especialmente en los momentos de dolor, quebrantamiento y soledad se compadece. Jesús mostró que Dios no se oculta de los que sufren, no da la espalda a los que están en tribulación; lo natural en Dios es tratarnos con misericordia y ayudarnos cuando nos ve en dificultades.

Cuando la Biblia dice que Jesús se compadeció de la mujer nos está diciendo que hizo algo más que sentir lástima. “Se compadeció” significa que la compasión que sintió lo llevó a hacer algo, a involucrarse en la situación para tratar de ayudar.

Los cristianos tenemos un Dios que, aunque no nos ha prometido eliminar los problemas y las dificultades mientras estemos en este mundo, sí nos ha dado la garantía de que él será nuestro amparo y fortaleza en medio de ellos (lee Sal. 46:1).

Cuando Dios nos ve sufriendo no nos deja abandonados, sino que nos brinda su ayuda. Movido por la compasión, Jesús le dijo a la viuda: “No llores”. Extrañas palabras de ánimo para alguien que va rumbo al cementerio a dejar enterrado allí al único familiar que le queda.

¡Qué más puede hacer una mujer que ha perdido a su marido y a su único hijo! Pero las palabras de Jesús, “no llores”, eran mucho más que palabras: eran un anuncio, para la sufriente mujer, de que él haría que las cosas fueran diferentes. Él cambiaría el rumbo de su vida, porque él estaba allí.

¡No llores por la muerte, que aquí está la vida! Así como ese día, en una pequeña aldea llamada Naín, una mujer que lloraba de dolor volvió a su casa feliz, con las manos llenas y con una fe en Dios más grande que nunca, así hoy, ahí donde tú estás y en medio de tu dolor, Jesús cambiará tu lamento en gozo.


Devoción Matutina: Así es Dios: Retratos de la gracia y el amor divinos
Roberto Herrera