Mi Recurso Adventista

Déjate desenmascarar

05 de febrero | Devoción matutina: Virtuosa

«No se puede ser y no ser al mismo tiempo.» Aristóteles

De verdad que Jesús era único. Se sentía bien en compañía de pecadores como prostitutas o ladrones, pero reprendía duramente a los religiosos hipócritas. ¿Por qué esta distinción?

¿Es que es mejor ser prostituta o ladrona que ser una hipócrita que nunca ha violado ninguna ley? Indaguemos un poco en este asunto.

Para empezar, analicemos la palabra “hipócrita” en el contexto bíblico. El primer dato resulta interesante. Esta palabra aparece dieciocho veces en los Evangelios, todas ellas pronunciada por la misma persona: sí, Jesús.

En segundo lugar, este término es de origen griego y significaba en un principio “recitar, actuar, declamar”. Proviene del ámbito del teatro, donde un “hipócrita” era un actor, una persona que representaba un drama de cara a un público con puros fines estéticos (de imagen) pero sin expresar opiniones propias; de hecho, ocultando sus creencias y su personalidad.

Por mucho que gesticulara el actor (el hipócrita), por muchas máscaras diferentes que se pusiera para interpretar a distintos personajes, todo el mundo sabía que no era él, que solo adoptaba una pose en el escenario. Al regresar a la vida real y sacarse la máscara, su conducta, sus palabras y motivaciones, volvían a ser las de verdad, nadie esperaba que fingiera.

Decía Sócrates cuando enseñaba oratoria (el arte de hablar en público): “Sigan el ejemplo de los actores, que permanecen inalterables por dentro aunque por fuera estén interpretando a un hombre airado”.

Y ese es precisamente el problema de ser hipócrita.
En el fondo, los hipócritas religiosos son actores: fingen ser creyentes por fuera, pero por dentro permanecen inalterables ante el amor de Dios y el mensaje de salvación.

Quieren ser “vistos de la gente” como algo que no son, dejando a un lado el hecho de que Dios ve los corazones. Por eso Jesús no toleraba las máscaras de la actuación en la vida religiosa.

Él sabía distinguir quién era actor y quién no (cosa que nosotros no sabemos hacer, por cierto), y comprendía la grave situación de quien interpreta un papel en la iglesia mientras que, en su interior, permanece insensible a la influencia del Espíritu.

Jesús dice: “En el pueblo que me sigue, ser hipócrita no tiene cabida”. Es mejor ser prostituta o ladrona, pero sensible al mensaje de Cristo y a la Palabra de Dios, que ser hipócrita; porque la hipocresía cierra la puerta al Espíritu, en cambio lo otro tiene arreglo. Aceptando a Cristo por fe, él mismo lo arregla.

“Jesús les contestó: ‘Bien habló el profeta Isaías acerca de lo hipócritas que son ustedes, cuando escribió: “Este pueblo me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí” ’ ” (Mar. 7:6).


Devoción Matutina: Virtuosa
Mónica Díaz