Mi Recurso Adventista

Como niños de la mano de papá

18 de enero | Devoción matutina: Virtuosa

«Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable, porque Dios ha perdonado lo inexcusable en ti.» C. S. Lewis

En una de sus predicaciones, el pastor J. John relata una ocasión en que fue a una tienda con su hijo Michael, de cuatro años, a comprarle un regalo a su esposa Kelly por el Día de la Madre. Nada más entrar, vio un letrero inmenso que decía:

“No tocar. Todo lo que rompa, deberá comprarlo”. Eso fue como una invitación al pecado. Sin embargo, J. John se portó como lo que él era: un padre responsable. Pero Michael se portó también como lo que él era: un niño de cuatro años.

En cuanto vio una enorme y carísima figura de porcelana, le echó la mano y, cuando papá se giró, pudo ver a cámara lenta cómo la fina y cara pieza caía hasta partirse en mil pedazos contra el suelo.

Al instante llegó la gerente a la escena del crimen. Sin mediar palabra, señaló al inmenso cartel: “No tocar. Todo lo que rompa, deberá comprarlo”. “Es que yo no hice nada, fue él, él lo rompió, él es quien tiene que pagarlo”, reaccionó J. John. Luego, reflexionó: Es imposible que un niño de cuatro años pueda pagar las consecuencias, el daño y la rotura, generados por su desobediencia a la ley. Solo su padre puede pagar por ello. He ahí el evangelio en palabras sencillas.

No hay manera en que podamos pagar las consecuencias, el daño y la rotura generados por el pecado original y por nuestros pequeños y grandes pecados posteriores, que hacen que aspectos de nuestras vidas (y de las ajenas) se rompan en mil pedazos. Solo nuestro Padre puede encargarse de deshacer los errores cometidos por nosotras.

Y esa es la buena nueva del evangelio: Jesús, el enviado del Padre, perdona el pecado del mundo y te perdona a ti tus pecados. Me pregunto si realmente captamos la relevancia y el significado de esto.

El perdón es puramente un acto de amor de Dios hacia nosotros, criaturas que ni siquiera comprendemos los mensajes que han sido escritos en letras inmensas para protegernos de las consecuencias de transgredirlos. Somos como niños de cuatro años: ignorantes, pero acompañados de Papá. La clave está en no soltarnos nunca de su mano.

Y ahora, puesto que “Dios te ha perdonado muchas veces por pequeñas y grandes cosas, necesitas hacer lo mismo y perdonar a los demás” (Lisa Rusczyk).

Voy a probarles que yo, el Hijo del hombre, tengo potestad para perdonar los pecados” (Mar. 2:10. NBV).


Devoción Matutina: Virtuosa
Mónica Díaz