Mi Recurso Adventista

«Heredarán la tierra»

10 de noviembre | Devoción Matutina: Yo estoy contigo promesas bíblicas para vivir confiados

«Los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz» (Salmo 37: 11).

EI presidente de Taylor University (Indiana, Estados Unidos) recibió con los brazos abiertos a un joven estudiante procedente de un país del continente africano. Con mucha emoción le dio un tour por todo el campus universitario. Cuando llegaron a la zona de los dormitorios, el presidente le preguntó al joven dónde le gustaría dormir. El estudiante dio una respuesta muy sorprendente: «Si hay una habitación en la que nadie quiere dormir, pues esa démela a mí». Quizá tú, estimado lector, seas tan altruista como ese muchacho, pero lamentablemente yo, cuando era estudiante en la Universidad Adventista Dominicana, me las ingeniaba para tratar de conseguir una de las mejores habitaciones; bajo ningún concepto hubiera deseado quedarme en la que nadie quería.

El testimonio de este joven constituye un ejemplo fehaciente de la mansedumbre bíblica. En su Sermón del Monte, Jesús, aludiendo al Salmo 37: 11, dijo: «Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad» (Mateo 5: 5). Nuestro Señor se definió a sí mismo como un ser «manso y humilde» (Mateo 11: 29). Él es el Rey «manso» (Mateo 21: 5).

La palabra griega para manso, praus, define a una persona que no se deja «impresionar demasiado por un sentido elevado de importancia propia». Manso es el que es humilde, gentil, considerado, el que pide la habitación que nadie quiere, el que asume el trabajo que todos rechazan, el que abraza al que otros marginan, el que acepta vivir según la ética divina.

Los mansos son los que están dispuestos a realizar esas acciones pequeñas que suelen ser subestimadas por los ojos humanos, pero que son las que Dios toma en cuenta a la hora de hacernos grandes. «Jehová exalta a los humildes [praus en la Septuaginta, LXX]», dice el Salmo 147: 6. Jesús nos ofrece exaltación cuando nos hacemos a nosotros mismos pequeños y humildes; cuando dejamos de sentirnos los más importantes; cuando somos considerados con los demás. Y como Dios sabe que esa forma de ver la vida no es valorada aquí, él nos ofrece una herencia en la patria celestial.

Los que decidan estar en la habitación que nadie quiere aquí «recibirán la tierra por heredad». Probablemente la gente se burle cuando nos vea escoger la peor habitación, pero muy pronto el Señor nos dará la habitación más gloriosa y allí viviremos para siempre con la persona más mansa del universo: nuestro buen Dios.


Devoción Matutina: Yo estoy contigo promesas bíblicas para vivir confiados
J. Vladimir Polanco