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Características de la iglesia naciente

05 de noviembre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles». Hechos 2: 43

Cuando los apóstoles perdieron el miedo, se llenaron de paz y valor. Solo entonces recibieron el Espíritu Santo. En un solo sermón de Pedro, tres mil personas se convirtieron y decidieron bautizarse. Así nació la iglesia apostólica. Los discípulos eran fieles y decididos a la acción. Tenían comunión los unos con los otros. La palabra griega para «comunión» es koinonia, que significa asociación, participación, compartir, contribuir con fines de caridad o ayuda mutua. Los miembros de la nueva iglesia comían juntos y oraban juntos con frecuencia, tanto en público como en privado. Solo familias con estas características pueden conformar iglesias fuertes.

La nueva iglesia también era una iglesia reverente. Cada vez que el poder divino es percibido, la respuesta humana es un temor reverente. A esta manifestación le siguieron maravillas y señales. La ciudad de Jerusalén había experimentado muchos cambios en poco tiempo debido a la proclamación de la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús. Luego del derramamiento del Espíritu Santo, los discípulos proclamaron sin temor su aparición y ascensión. Tal impacto produjo un incremento acelerado de creyentes. La reverencia y el respeto a Dios deberían ser las características más evidentes de la iglesia remanente.

Todo reavivamiento es seguido por una reforma. Los primeros cristianos vendieron sus pertenencias y las repartían según la necesidad de cada uno. Algunos estudiosos explican que la razón de esta decisión fue por el rápido crecimiento de la iglesia. Luego de la conversión de los tres mil nuevos creyentes que habían venido de muchas comunidades lejanas para las fiestas religiosas, la mayoría se quedó en Jerusalén, y no tenían trabajo ni vivienda. Fue una decisión temporal, y no hay evidencia de que continuara durante mucho tiempo. Más adelante, la iglesia de Jerusalén dependió de la ayuda financiera de las iglesias gentiles» recién convertidas al cristianismo. Fue también una decisión voluntaria: cada uno daba lo que deseaba.
La hospitalidad es una costumbre judía, y en esa ocasión se intensificó.

Imitemos la perseverancia y la unidad en la adoración y la alabanza. Estas peculiaridades de la iglesia primitiva los llevaron a un crecimiento numérico, geográfico y espiritual. Si la iglesia actual sigue este modelo eclesiástico, obtendrá los mismos resultados. Una iglesia saludable es una comunidad que crece cuantitativa y cualitativamente.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele