Mi Recurso Adventista

José de Arimatea

03 de noviembre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo”. Juan 19: 38, NVI

Solo el Evangelio de Juan indica que José de Arimatea era un discípulo secreto de Jesús por miedo a los judíos. El y Nicodemo eran hombres influyentes del Concilio; si confesaban públicamente su fe, serían excluidos. Esperaban proteger a Jesús con su influencia, por eso los sacerdotes no los convocaron al juicio en el que condenaron al Salvador. Después de que Jesús fue crucificado injustamente, estos dos hombres se llenaron de valor y auxiliaron a los discípulos. La muerte de Jesús convenció a José de Arimatea de su divinidad. «Sus temores fueron vencidos por el valor de una fe firme e inquebrantable» (DTG, cap. 80, p. 734). Ofreció su lujosa tumba nueva, y así cumplió la profecía de Isaías 53: 9, de que el Mesías estaría entre los ricos en su muerte. Nicodemo, por su parte, trajo costosas especias para ungir el cuerpo del Mesías fallecido.

Dios levantará hoy a personas como José y Nicodemo, influyentes miembros de instituciones con autoridad, que harán lo que es justo. José usó su influencia para dirigirse a Pilato en privado y solicitar el cuerpo del Salvador para darle una sepultura honrosa. Cuando José regresó con la orden oficial del gobernador para que le entregaran el cuerpo, encontró a Nicodemo, quien trajo una costosa mezcla de 50 kilogramos [110 libras] de mirra y óleos como muestra de respeto. Con reverencia, retiraron el cadáver de Jesús de la cruz; lloraron al ver su cuerpo lacerado y magullado, lo limpiaron y lo envolvieron en un lienzo de lino con las especias aromáticas. Luego lo llevaron a la costosa tumba, que estaba cerca del lugar de la crucifixión.

El miedo nos vence mientras no lo enfrentamos. José de Arimatea y Nicodemo vencieron el miedo a lo que el Concilio pudiera hacer contra ellos. Su valor refulge en marcado contraste con la cobardía de los discípulos y de Pilato. Necesitamos inmovilizar el miedo y hacer, con la ayuda y el poder de Dios, lo que otros piensan que no es posible. José de Arimatea tuvo el privilegio de ser registrado en la Escritura como el protagonista de un cumplimiento profético, gracias a que puso su miedo a un lado y actuó en el momento preciso. Descubrió un nuevo hombre, un gigante interior.

Piensa en todo lo que lograrás si vences el miedo con el poder de la fe en Dios. Tal vez descubrirás el gran gigante que llevas dentro.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele