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Un extraño acompañante

27 de octubre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Pero él les dijo: “Yo soy; no temáis”». Juan 6:20

El mar o lago de Galilea, o mar de Tiberias (Juan 6: 1), es un remanso de agua dulce en forma de pera invertida, con 21 kilómetros [13 millas] de longitud y 12 kilómetros [7.5 millas] de anchura. Cerca de este lago Jesús realizó la mayoría de sus milagros. Durante la tarde anterior se había llevado a cabo la primera multiplicación de panes y peces. Los discípulos y la multitud querían a la fuerza hacer a Jesús rey (Juan 6:14, 15), pero entonces les ordenó que atravesaran el lago hacia el norte, donde el trecho de agua era angosto.

Pero los vientos contrarios empujaron la embarcación hacia Capernaúm. Los discípulos lucharon contra las embravecidas olas durante toda la noche, y no avanzaron más que unos 5 kilómetros [3 millas] (Juan 6: 19). Habían obedecido y cumplían su deber a regañadientes cuando les sobrevino la tempestad. Algunos creen que si hacen la obra de Jesús, todo debe ser fácil, pero luego se dan cuenta de los grandes desafíos que conlleva.

La tormenta asustó mucho a los discípulos y aún se asustaron más cuando vieron la figura de Jesús caminando sobre las olas, pues pensaban que era un fantasma (Marcos 6:49, 50). Nuestras mayores angustias y temores son a menudo causados por seres imaginarios, eventos que no ocurrirán, productos de nuestra propia fantasía. Cristo silenció sus temores con palabras compasivas y conocidas para ellos, declarando su identidad divina: «Yo soy, no temáis».
Con Jesús en la barca, y calmada la tormenta, sin haber recobrado el asombro, fueron llevados de pronto los 12 kilómetros [7.5 millas] hasta Genesaret.

Allí Jesús hizo varios milagros de sanidad (Mateo 14: 34-36), y se devolvieron a la orilla opuesta esa misma mañana. Una multitud estaba congregada, esperándolos. Suponían que Jesús andaba cerca, pues habían visto la barca partir solo con los discípulos (Juan 6: 22). Parte de la muchedumbre había sido alimentada el día anterior, se habían ido a sus casas, y ahora regresaban esperando otra comida milagrosa. Quizás algunos se habían quedado en la orilla del lago, y gente nueva se juntó, para participar del milagro del día. Algunos se desesperaron y se marcharon a Capernaúm, no buscando el mensaje que Jesús llevaba, sino la comida que podía proveer (Juan 6: 24-26).

¿Seguirán algunos a Jesús por los favores que puedan recibir? ¿Si no recibes según tus expectativas, abandonas tu fe? La multitud se preguntaba cómo había llegado Jesús con ellos, si se había quedado y no había otra barca en la que él se marchase (Juan 6: 22). Jesús atravesó un tormentoso mar para rescatar a sus discípulos, y hará lo mismo por ti en cada dificultad.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele