Mi Recurso Adventista

Un viaje exprés

26 de octubre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«Habrían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que caminaba sobre el lago y se acercaba a la barca. Les entró mucho miedo». Juan 6:19, BLPH

Juan incluye un milagro extra que los demás Evangelios no presentan en esta historia: la rapidez con que llegaron a la orilla cuando Jesús entró en la barca (Juan 6: 21). Jesús pidió a sus discípulos que fueran a Betsaida, pero ellos se dirigieron a Capernaúm (Marcos 6: 45; Juan 6: 17). Cuando desembarcaron con Jesús, llegaron a Genesaret (Mateo 14:34). Betsaida está en la parte noroeste del lago, Capernaúm está entre Genesaret y Betsaida, y Genesaret está ubicada hacia el oeste. Dios tiene un Betsaida para ti, un norte en el mapa de tu destino. Tus miedos o dudas te desvían y terminas el viaje en lugares no planeados. Cuando las tormentas de la vida desvíen tu rumbo, invita a Jesús a tu barco, porque siempre tendrá una mejor alternativa.

Los discípulos habían avanzado solo 5 o 6 kilómetros [3 millas] después de remar entre seis y nueve largas horas en la oscuridad y entre la furia de las olas. Jesús los alcanzó caminando sobre las tormentosas olas y les dijo: «Yo soy, no temáis» (Juan 6: 20). La actitud de los discípulos cambió, el miedo y el enojo iniciales se habían esfumado, y estaban dispuestos a recibirlo.
Cuando te empeñas en hacer tu voluntad, Jesús respeta tu independencia hasta que extrañes su presencia; pero si se lo pides, te abre un camino exprés en medio de cualquier tormenta.
Jesús entró en la barca y enseguida llegaron a Genesaret (vers. 21). El tiempo desperdiciado luchando con olas mortales fue redimido. «Apenas hubo tomado Jesús su lugar en el barco, cuando el viento cesó, “y luego el barco llegó a la tierra donde iban”. La noche de horror fue sucedida por la luz del alba.

Los discípulos, y otros que estaban a bordo, se postraron a los pies de Jesús con corazones agradecidos, diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”» (DTG, cap. 40, pp. 350-351).
Inviertes demasiado tiempo siguiendo tus propios planes, tratando de llegar por tus propias fuerzas. Solo logras remar en el mismo lugar, sin resultados, y te frustras. Jesús aparece en circunstancias inimaginables y, en instantes, tu rumbo mejora, quizá no conforme al destino planeado por ti, sino al elegido por Jesús, y, por supuesto, mucho mejor.

Todos los obstáculos que te frustran serán superados y llegarás a puerto seguro. Aunque la noche sea oscura y las olas parezcan destruir tu embarcación, anímate: Jesús va contigo. Por larga que sea la noche, la mañana vendrá, tus miedos se convertirán en asombro y deleite.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele