Mi Recurso Adventista

El centro del universo

23 de octubre | Devoción matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia

«Tú eres demasiado puro para consentir el mal, para contemplar con agrado la iniquidad; ¿cómo, pues, contemplas callado a los criminales, y guardas silencio mientras el malvado destruye a los que son mejores que él?» (Habacuc 1:13).

El profeta Habacuc sigue haciéndole preguntas a Dios, pues no lograba entender por qué Dios iba a permitir que los malvados (los babilonios) destruyeran a los que son mejores que ellos (los judíos). Dios le respondió al profeta, en la parte final del capítulo dos, que también tenía presente los errores de Babilonia: su orgullo y codicia, cómo oprimieron a las personas para construir su ciudad, cómo se habían enriquecido despojando a otras naciones y su idolatría. A pesar de que el profeta no lograba comprender los «porqués» de lo que estaba por suceder, entendió dónde estaba el Señor: «Pero el Señor está en su santo templo: ¡guarde silencio delante de él toda la tierra!» (Habacuc 2: 20).

Dios se encuentra en el santuario celestial, en su trono, el centro del universo, desde donde ejerce su amor y soberanía. Ahí fue donde trazó el plan de salvación antes de que se presentara la desobediencia. Ese es el lugar donde Dios recibe adoración constante por los ángeles y por los seres creados de todos los mundos. Ahí es donde Dios Padre contempló a su Hijo morir en la cruz y donde ahora Jesús intercede a nuestro favor.

Por otra parte, la orden «¡guarde silencio delante de él toda la tierra!» no se limita a la reverencia en algún sitio terrenal; más bien, le recordó al profeta que la voluntad de Dios no se cuestiona (ni siquiera el método que iba a emplear de usar a Babilonia para destruir Jerusalén). Al final, el profeta Habacuc reafirmó su fe en Dios diciendo: «Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré, aunque no florezcan las higueras ni den fruto los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha; aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos» (Habacuc 3:17, 18).

A pesar de la adversidad, el profeta Habacuc entendió que Dios estaba al control. Reconoció que Dios sabe qué es lo mejor para sus hijos, pues conoce el futuro y es nuestro Creador.


Devoción Matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia
César Sánchez Murillo