Mi Recurso Adventista

Mikros poimnion

19 de octubre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«No tengan miedo, pequeño rebaño, que es voluntad de el Padre darles el reino». Lucas 12:32, BLPH

Dios se complace en hacerte feliz y bendecirte. La palabra “pequeño” usada en el versículo de hoy, mikros en el original griego, puede referirse a pequeño de estatura o puede ser un diminutivo cariñoso. La palabra “rebaño”, en griego poimnion, es para referirse a un grupo de ovejas, discípulos o miembros de iglesia. Dios nos llama “pequeño rebaño”, mikros poimnion. Es el mismo término que se usa para “matrimonio” en algunos idiomas. Dios te llama a hacer vida en común con él, una relación íntima en el reino que ha preparado para ti.

El enemigo sabe que Dios cumplirá su promesa, así que hace lo que esté a su alcance para entretenerte con la inmediatez, de tal manera que pierdas de vista el reino. Por eso, no te cargues con cuidados excesivos por lo terrenal, no te asustes por lo lúgubre que parezca el porvenir. La buena voluntad de tu Padre es darte el reino. Somos pocos, débiles, insignificantes e impotentes según el juicio de este mundo. Cuando Israel salió a pelear con los sirios, «los hijos de Israel acamparon frente a ellos y eran como dos pequeños rebaños de cabras, mientras que los sirios llenaban el campo» (1 Reyes 20: 27, RV2015).

Pero Dios les dio la victoria, y, aunque pequeños en número y con muchos riesgos, Dios nos dice ahora: «No tengas miedo». Estás a salvo bajo la protección del buen Pastor, rodeada por su amor y sus brazos eternos. Solo persevera y no desmayes. Dios, el Príncipe de los pastores, te entregará la corona de gloria (1 Pedro 5: 4). Si vences, te espera un trono (Apocalipsis 3: 21), no porque lo hayas ganado, sino porque lo has creído y esperado. Esta bendita esperanza debería silenciar y reprimir todo miedo. Que ningún problema o ansiedad se interponga entre tú y el reino que pronto recibirás. Que tu corazón esté dispuesto solo a recibir noticias del reino.

«Dios no desea que quedemos abrumados de tristeza, con el corazón angustiado y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos guíe. Su corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas. Nos ha amado con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia. Podemos apoyar el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz» (El discurso maestro de Jesucristo, cap. 2, pp. 28-29).


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele