Mi Recurso Adventista

Dejándolo todo, lo siguieron

09 de octubre | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«También lo estaban [asustados] Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón: “No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres”». Lucas 5:10, DHH

Después de una noche de pesca sin éxito, Pedro y sus amigos escucharon el sermón de Jesús y le prestaron su barca para que hablara desde ella, un poco alejado de la multitud. Presta tus recursos para el avance de la obra y serás retribuida abundantemente.

Pedro, un pescador experto, obedeció la voz de Jesús: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar» (Lucas 5:4). De día, los peces ven las redes y las evaden. Más que experiencia, el secreto del éxito es la obediencia a Dios. La diligencia y el esfuerzo son efectivos únicamente cuando se combinan con el poder divino. Si no hubiesen lanzado la red, no hubiesen visto el milagro de los peces. ¡Lanza tu red en las aguas profundas en el nombre de Jesús, y deja que él la llene!

Con Jesús, una noche de escasez es seguida de una mañana de abundancia; una decepción puede convertirse en una gran bendición. ¿Sería posible que el mismo poder divino que trajo los peces a la red, impidiera que llegaran durante la noche? Cuando te vaya mal en tus proyectos, recuerda que Dios interviene en tus planes y esfuerzos para que sea más evidente y significativa la necesidad de cooperar con él.

Ahora la red se rompía. Esas barcas soportaban hasta 4,500 kilogramos [10,000 libras] de carga; si cada pescado pesaba 2 kilos [4 libras], ¡sería un total de 4,000 a 5,000 pescados! Dios es un Dios de abundancia. El éxito no está en la red, la barca, las circunstancias o el pescador, sino en quién envía a echarla red. Un temor reverente se apoderó de Pedro, y entendió el mensaje: si los peces se sometían a la voz de su Hacedor, él también debía hacerlo. La humildad es clave en el servicio a Dios. El temor reverente es parte de la adoración. Cuando Pedro dijo: «Apártate de mí», no deseaba separarse de Jesús; era su sentimiento de indignidad y desmerecimiento ante la presencia divina. Son cualidades necesarias para quien desea servirle.

Allí estaban los cuatro socios, dueños de la pesca más abundante que jamás hubieran traído a tierra, y en vez de salir corriendo a vender el pescado, en el momento de su mayor éxito material, abandonaron la empresa (vers. 11). Dejaron su ocupación para llevar una vida aparentemente incierta como seguidores de un Maestro itinerante. Por eso Jesús les demostró su poder frente a sus necesidades. ¡Y creyeron! Haz tú lo mismo.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele