Mi Recurso Adventista

Por puro placer

02 de octubre | Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad

«Pon un cuchillo a tu garganta, si tienes mucho apetito.» Prov. 23:2

Era el final de la fiesta de la boda y llegaron los postres. Había una enorme tarta nupcial, multitud de dulces y bastantes chucherías. El niño comenzó a comer de forma desaforada hasta que su madre le dijo que ya era suficiente. La respuesta no se dejó esperar: «Es que, ¡me gusta!» Y continuó comiendo. Pocos minutos después se sintió indispuesto y, cómo no, vomitando. En aquel momento comprendí que esa era una metáfora de nuestro mundo.

Hace mucho tiempo que hemos cambiado la respuesta «Me gusta» por muchas otras. Hemos cambiado «Debo hacerlo» por «Lo haré si me gusta». Y así, la responsabilidad se ha vuelto antojadiza. Es difícil hablar de compromiso cuando el gusto varía de un momento a otro. Hemos cambiado «Te amaré para siempre» por «Te amaré mientras me gustes». Esta variante ha generado relaciones con futuro incierto y caprichosas. El amor depende ahora de un desfase hormonal y cuando todo se normaliza, «se acabó el amor». Poner o quitar un like [me gusta] es tan fácil como pulsar una tecla. Romper una relación solo precisa un mensaje electrónico, salirte de tu red social o de tu grupo de WhatsApp. Vivimos bajo la tiranía del gusto, del buen o del mal gusto. La dictadura del icono con el dedito levantado.

Hace muchos siglos que el libro de Proverbios ya nos advertía contra esta adicción.
Porque el tema del placer no ha sido un asunto que haya afectado solo a nuestro siglo. Quizá ahora lo hayamos exagerado pero siempre existieron personas, las llamaban hedonistas, que solo pensaban en aquello que les gustaba sin atender a consecuencias posteriores. Y el sabio, en Proverbios, dice que nos pongamos un cuchillo en la garganta si no controlamos. Nos advierte que hay que poner coto a nuestros deseos porque tienen tendencia a desmadrarse.

¿Cómo podemos volver a tomar el control de nuestros deseos? Hace unos meses te hablaba del «Método de los 5 segundos». Hoy vuelvo a recordártelo porque funciona. Los especialistas en el cerebro humano aseguran que solo son necesarios cuatro segundos para controlar una emoción. Yo os propongo un segundo más para que seamos conscientes de que el Espíritu Santo nos está despertando una alarma interior. Lo que solemos llamar conciencia. Cuando tengas la tentación del placer por el placer, detente cinco segundos. Pide a Dios que te ayude y enfréntate a ella. Salomón te pediría que cortases por lo sano, hoy solo se te pide que aguardes cinco segundos.

¿Pensabas desayunar eso tan azucarado que te hace daño? Venga, hagámoslo juntos: 1, 2, 3, 4, 5.


Devoción Matutina: Carácter ser como Jesús y disfrutar de la eternidad
Víctor M. Armenteros