Mi Recurso Adventista

Compañía en el foso

01 de octubre | Devoción matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia

«Los supervisores y gobernadores buscaron entonces un motivo para acusarlo de mala administración del reino, pero como Daniel era un hombre honrado, no le encontraron ninguna falta; por lo tanto, no pudieron presentar ningún cargo contra él» (Daniel 6:4)

El Imperio babilónico había llegado a su fin y ahora gobernaba el rey Darío de Media en Babilonia. Un día, unas personas motivadas por la envidia contra Daniel, le hicieron firmar un decreto real al rey Darío que decía: «Durante treinta días, nadie dirija una súplica a ningún dios ni hombre, sino solo a Su Majestad. El que no obedezca, deberá ser arrojado al foso de los leones» (Daniel 6: 7).

Daniel, ya era un anciano, pero demostró la misma fidelidad que cuando llegó a Babilonia siendo un jovencito. Ahora, en la época del Imperio medopersa, seguía siendo más sabio y leal que todos los gobernadores, por eso estaba a cargo de ellos. Sin embargo, a ellos no les gustaba que ese judío extranjero les gobernara y, como no encontraron ningún motivo para acusarlo, decidieron ponerle una trampa para acabar con él. Descubrieron que oraba tres veces al día con las ventanas de su casa abiertas. Por lo tanto, vieron en su adoración a Dios una oportunidad para perjudicarlo, pues sabían que, a pesar del decreto, él continuaría orando como era su costumbre.

Llegó el primer día de los treinta y los malvados vigilaron al anciano profeta. ¿Qué crees que hizo Daniel? Oró y reconoció a Dios públicamente con las ventanas abiertas. No escondió su fe ni modificó su vida devocional. Entonces sus enemigos acudieron al rey para acusarlo. En ese momento, el rey se dio cuenta de la verdadera intención de ese decreto que le habían hecho firmar. A pesar de que el rey apreciaba a Daniel, no podía cambiar su edicto, así que Daniel fue arrojado al foso de los leones. Pero el milagro sucedió: no solo Dios cerró la boca de los leones, sino que envió un ángel para que lo acompañara y dialogara con él esa noche. Por la mañana, el rey fue hasta el foso y llamó al profeta por su nombre, y para su grata sorpresa el profeta respondió. Entonces firmó un segundo decreto ordenando que en su reino todo el mundo respetara al Dios de Daniel.


Devoción Matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia
César Sánchez Murillo