Mi Recurso Adventista

La transformación genuina

14 de septiembre | Devoción matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia

«¿Puede un negro cambiar de color? ¿Puede un leopardo quitarse sus manchas? Pues tampoco ustedes, acostumbrados al mal, pueden hacer lo bueno» (Jeremías 13:23)

El pueblo de Israel estaba acostumbrado a pensar y comportarse equivocadamente. Por eso, le resultaba imposible ver y entender la realidad según la perspectiva de Dios. Su forma de actuar mal ya era algo normal, por eso el profeta Jeremías compara a la nación con una persona o con un animal cuyas características no se pueden cambiar. Ninguno podía cambiar el color de su piel, pues así nacieron. Así ilustra el profeta la condición de Judá y de cada uno de nosotros. Somos pecadores por naturaleza, no lo somos por imitación o por la influencia del vecino. Todos, desde que nacemos, somos pecadores. Conforme pasa el tiempo, la semilla del pecado crece hasta que llega a ser evidente nuestro egoísmo.

Nosotros solos ni siquiera reconocemos nuestra condición, ni deseamos o podemos modificarla. Aun cuando lleguemos a ser conscientes, no tenemos los recursos para transformar nuestra naturaleza. Así que ni siquiera basta nuestra fuerza de voluntad. Esto fue lo que le dijo el Señor al profeta Jeremías: «Por más que te laves con lejía y uses todo el jabón que quieras, ante mí sigue presente la mancha de tu pecado» (Jeremías 2: 22). Ningún recurso humano puede cambiar nuestra naturaleza. Dios se refiere a la «lejía», es decir, el mejor blanqueador para lavar la ropa; pero nos dice que nada de eso mejora nuestra condición delante de Dios porque nuestro problema no es externo, sino interno, del corazón.

Ni la educación en la mejor universidad, ni las reglas de cortesía o de buena convivencia mejoran nuestra situación ante Dios. Por lo cual, la única manera de erradicar el egoísmo y el deseo de venganza, la codicia, la envidia, el odio… consiste en aceptar la oferta de Dios de darnos un nuevo corazón. La Biblia dice: «Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas […] pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil» (Ezequiel 36: 25, 26).

Si deseas ese nuevo corazón, pídeselo hoy en oración.


Devoción Matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia
César Sánchez Murillo