Mi Recurso Adventista

La disciplina divina

08 de septiembre | Devoción matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia

«El Señor se dirigió a mí por segunda vez: «¿Qué es lo que ves?», me preguntó. «Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte», contesté. Entonces el Señor me dijo: «Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país»» (Jeremías 1:13, 14).

Jeremías fue el profeta de los últimos reyes de Judá. Aunque Jeremías les dijo que se sometieran a Babilonia, que se entregaran cuando Nabucodonosor invadiera Judá pues de nada les iba a servir aliarse con Egipto o cualquier nación, no aceptaron los mensajes del profeta. Cada vez estaban más lejos de Dios y eso causó su ruina.

Aun así, Dios en su misericordia previó que el cautiverio en Babilonia se limitara a setenta años. La nación no iba a desaparecer. Dios tenía previsto que los hijos y los nietos de los cautivos regresaran a su tierra con una nueva en fe él, con una mejor disposición para servirle y esperar la primera venida de Jesús. Sin embargo, en ese tiempo se levantaron falsos profetas que proclamaban que el cautiverio solo iba a durar dos años. Por eso, la mayoría prefería escucharlos a ellos en vez de a Jeremías. También hubo muchos movimientos políticos que intentaban despertar en los ciudadanos la intención de luchar hasta el último momento por defender su ciudad y su templo. ¿Pero de qué servía defender el templo cuando no estaban dispuestos a obedecer a Dios?

Dios ejemplificó lo que iba a sucederle a Judá con una olla con agua hirviendo que pronto iba a ser derramada. El efecto sería desastroso. Y así sucedió, Nabucodonosor acabó invadiendo Judá: «Además, quemaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todo lo que había de valor» (2 Crónicas 36:19).

No obstante, quienes eran fieles en Judá también lo iban a seguir siendo en el cautiverio (incluso tuvieron su portavoz de Dios, Ezequiel); y quienes eran idólatras en Judá, también iban a seguir siéndolo en Babilonia. Por lo tanto, no se trata del lugar ni del templo, sino del corazón; de tal manera que estemos donde estemos podemos cultivar la fe en Dios y el amor por su Palabra.


Devoción Matutina: Siguiendo las huellas de los grandes personajes de la biblia
César Sánchez Murillo