Mi Recurso Adventista

El Salmo restaurador – 1ra. parte

20 de junio | Devoción matutina: Hija mía, no tengas miedo

«El Señor es mi luz, mi salvación, ¿de quién tendré miedo? El Señor es mi refugio, ¿a quién temeré?». Salmo 27:1, BLPH

«David escribió el Salmo 27 mientras huía y “tenía que buscar refugio en las rocas y las cuevas del desierto”. […] Se lo ha llamado el “Salmo restaurador”. En ningún otro David expresa tan intensamente su anhelo por el servicio del santuario. […] En el ritual judío moderno se recita el Salmo 27 todos los días del sexto mes, en preparación para el año nuevo y el día del perdón (día de la expiación)» (CBA, t. 3, p. 703).

David escribió el Salmo 27 luego de enterarse de que 85 sacerdotes habían sido asesinados en el Santuario después de que Ahimelec le entregara los panes sagrados y la espada de Goliat (1 Samuel 21: 1-9; 22: 18). Este salmo expresa la confianza de David a pesar de las amenazas del enemigo.

Había transcurrido gran parte del día sin vender ningún libro, y experiencias no gratas me invitaban a desistir, pero algo me impulsó a ir a la siguiente casa. Una dama abrió y me preguntó directamente:

—¿Eres adventista del séptimo día?

—Sí, señora, por la gracia de Dios —contesté.

—Alabado sea Dios —exclamó la dama—. ¡Llevo veinte años orando por un adventista, un ángel debe de haberte traído!

De niña, esta señora había asistido a la iglesia con su abuela, pero cuando su abuela murió, perdió todo contacto con los adventistas. Me compró los libros que ofrecía. Oré con ella y llevé su información a la iglesia. Para la gloria de Dios, toda la familia se convirtió y se bautizó.

Ese día el enemigo quiso evitar que yo llegara a ese hogar. «No es Cristo el que echa sombras en vuestro camino… Es Satanás que oscurece tu camino con su propia sombra, pero no hemos de hablar de su oscuridad. […] Si contempláis con fe y confianza las promesas de Dios, y con la fe de un niño las reclamáis como vuestras, veréis que las tinieblas desaparecerán» (RH, 26 marzo, 1889).

«El miedo es una sombra oscura que nos envuelve y finalmente nos aprisiona dentro de nosotros mismos. Todas hemos sido prisioneras del miedo de una manera u otra: miedo al rechazo, miedo al fracaso, miedo a no ser comprendidas, miedo a lo incierto, miedo a la enfermedad, o incluso miedo a la muerte. Pero la gran noticia es que todos esos miedos pueden ser conquistados si confiamos en Dios, quien nos trae salvación. Si queremos disiparla oscuridad del miedo, recordemos con David que el Señor es mi luz y mi salvación».*

*Life Application Study Bible, New Living Translation, 2a edición (Wheaton, Illinois: Tyndale House Publisher, Inc., 2004), p. 870.


Devoción Matutina: Hija mía, no tengas miedo
Arsenia Fernández-Uckele